Los actuales grandes avances tecnológicos han introducido un profundo cambio en los sistemas de producción, y en consecuencia en las nuevas economías que generan. La innovación y expansión de las tecnologías informáticas han permitido globalizar estos procesos generando una red digital que ha dado lugar a los nuevos modelos “cibereconómicos”. Todo ello ha provocado un profundo cambio en los procesos de comunicación entre las personas, pasando del manejo de lo “físico” a lo “digital” como mecanismos de los intercambios del conocimiento y la información, en donde el “espacio físico” se ha transformado en un nuevo “espacio cibernético”. Esta nueva situación nos está llevando a otra escala diferente en cuanto al ámbito del trabajo que va a repercutir sustancialmente también en los modelos de producción profesional, principalmente en las nuevas necesidades y demandas que todo ello está generando en la sociedad.

Decorados de la película “Metrópolis”de Fritz Lang descubriendo la Ciudad del futuro.

Por tanto, no deberíamos entender esta situación actual de continuas turbulencias, tanto económicas como sociales , como una consecuencia de lo que usualmente en tiempos anteriores denominábamos “crisis”, ya que el concepto de “crisis” es siempre una situación coyuntural de una realidad inestable que pretende recuperar su estabilidad desde sus mismos principios, sino más bien de un evidente inicio de cambio de “ciclo” que va más allá “transformando” lo que ya no es posible reconducir sino es mediante una modificación sustancial de aquello que no podrá volver a servir para estabilizar las situaciones que se han desequilibrado. En todo caso se trata de un “colapso” de los sistemas anteriores que requiere nuevas “herramientas” para poder reequilibrarse desde otros planteamientos muy diferenciados, superando así estáticos y acomodados principios que impiden entender las grandes transformaciones que se están produciendo.

El perfil de la ciudad histórica de San Gimignani en la Toscana italiana con sus hitos arquitectónicos referenciales.

Históricamente podríamos encontrar cierta similitud con los anteriores históricos procesos de la “revolución industrial”, iniciado en el siglo XVIII y consolidado en el siglo XIX, que llegó a transformar profundamente los conceptos económicos y sociales basados hasta entonces en una sociedad rural controlada por la poderosa nobleza, sustituyéndolos por aquellos nuevos principios productivos de una sociedad moderna que apoyándose en la industria dió lugar al crecimiento demográfico de las ciudades y las mejoras de vida que comenzó a producir las reivindicaciones que generaron las nuevas clases sociales. Habría que reconocer ciertas similitudes con aquella situación que se produjo en el final del siglo XIX y el actual comienzo de este siglo XXI, en donde la globalización actual que genera lo que denominamos la “revolución digital” se caracteriza por sus similares procesos con lo ocurrido en el anterior ciclo de la “revolución industrial”. Es por ello, que en estos prolegómenos de esta transición productiva se esté produciendo un periodo de larga “agonía” identificada por una concatenación de desesperados esfuerzos por superar una “crisis” que no es coyuntural , sino que necesita de otros ingredientes para poder entrar con mayor acierto en el “nuevo ciclo” que requiere acciones y actitudes más innovadoras que modifiquen las tendencias de seguir insistiendo en permanecer en modelos ya agotados incapaces de reconocer y potenciar más el efecto que va a producir el “conocimiento” en contra de la anterior hegemonía del “capital”.

La transformación urbana en nuestras ciudades y sus nuevas tecnologías de producción.

Y en este sentido, también el ejercicio de la Arquitectura va a requerir reciclarse en las exigencias de esta nueva era de la “revolución digital”, no solo en cuanto a sus instrumentos técnicos integrando las innovaciones tecnológicas que con mayor celeridad la industria nos está imponiendo, sino también en los profundos cambios de los modelos sociales que nos solicitan nuevas maneras de usar los espacios habituales de la residencia , el comercio, el trabajo, el ocio…, desde la imposición de una financiación económica que se ha profesionalizado exigiendo rigurosas responsabilidades sobre los controles económicos y de “fabricación” de nuestras realizaciones proyectuales .

Estas importantes transformaciones de dichos espacios y en consecuencia de la manera de usarlos, tienen mucha relación con el efecto de la movilidad que sobre ellos nos aportan las grandes infraestructuras viarias, ferroviarias, marítimas y aéreas que han abierto una nueva manera de utilizar las “relaciones y distancias” que se producen en el espacio urbano de la ciudad, en donde el “espacio y el tiempo” se relativizan en esa nueva relación de su escala territorial que modificará sustancialmente lo que entendíamos como ámbitos urbanos, generando redes ó geociudades interconectadas en esa escala territorial a la que también habrá de dotar necesariamente de esa “otra urbanidad” diferenciada de la conocida escala urbana. Por ello, se trataría más bien de “reinventar” los buenos principios de los objetivos básicos de la práctica de la Arquitectura , que históricamente se han basado más en el “arte de construir la ciudad” desde la diversidad y complejidad de las escalas y modelos que sucesivamente van provocando sus transformaciones históricas, que en buscar medidas coyunturales acomodadas a conservar el control de un pasado pero ineficaces en estos “nuevos ciclos” que requieren mayor rigor en esa necesaria simbiosis inseparable que debe producirse entre las escalas y prácticas de la Arquitectura y la Planificación de la ciudad, capaces conjuntamente de responder a los nuevos retos que el futuro (ya presente) nos está imponiendo.

José Seguí Pérez
Arquitecto