TORREMOLINOS Y LA MODERNIDAD
En los años 50 el pequeño pueblo de pescadores de Torremolinos, asentado en la orilla de aquel tranquilo Mediterráneo andaluz, iniciaba su inesperada pero excepcional andadura hacia una modernidad que lo iba a caracterizar. Fue suficiente una pista de aterrizaje cercana que lo comunicara con el mundo, un icono turístico como el Hotel Pez Espada y la belleza del lugar con la acogedora empatía de sus habitantes, lo que provocó que Torremolinos se convirtiera en un atractivo imán para que fluyera una modernidad cargada de innovación y libertades. Sus comienzos estuvieron caracterizados por el glamur de sus visitantes que acudían a este bello lugar mezclándose con sus habitantes en sus bares y calles, superando la comunicación de los idiomas con el disfrute de una convivencia que supieron compartir.
Torremolinos se convirtió en la referencia internacional de una España que mostraba una apertura al mundo como un oasis dentro de su época gris de censuras. Sus calles y playas vibraban con el disfrute de sus habitantes y visitantes como una simbiosis de convivencia que supieron leer el cambio y moldearlo: pintores, arquitectos, músicos, artistas, empresarios… y vecinos abrieron las puertas a lo nuevo con la curiosidad y la ilusión de vivir el presente con libertad y buscar un futuro sin miedo.
A Torremolinos acudieron buscando su atractivo bienestar personajes como Dalí y Gala o John Lennon y Brian Epstein, Ava Gardner, Frank Sinatra, Brigitte Bardot… y otros muchos atraídos por la libertaria modernidad que ofrecía el lugar. La arquitectura, la pintura la música…aparecieron como un soplo de frescura conectándose con las tendencias internacionales de la época. La arquitectura enriquecía su patrimonio con las obras de Antonio Lamela, Rafael de la-Hoz, Gerardo Olivares, Luis Pagán… que se convirtieron en referencias de la arquitectura contemporánea. El flamenco se electrificó en sus salas nocturnas donde Camarón y Paco de Lucía tocaban para un público más habituado al rock que a la soleá, y las noches se vivían con el olor a mar y jazmín que las inundaban en sus calles y playas.
Torremolinos fue, sin proponérselo, un refugio adelantado a su tiempo, un oasis en aquellos difíciles tiempos, un laboratorio cultural de libertades, de estéticas, de nuevas identidades, convirtiéndose en mucho más que un destino turístico, en un punto de inflexión que se convertía en una anomalía luminosa en un país aún anclado en el pasado. La modernidad no llegó a Torremolinos con la solemnidad académica ni desde decisiones de la alta política, sino libremente desde la iniciativa de la ciudad y de sus propios habitantes que hicieron de Torremolinos el pivote sobre el que se originaria la Costa del Sol convirtiéndose en el centro de la Modernidad del Mediterráneo andaluz.
El nuevo Plan General de Torremolinos intentara recuperar la identidad de su modernidad que la caracterizó, concretando propuestas e intervenciones capaces de reinterpretar el innovador pasado para saltar a un futuro al que legítimamente aspira para convertirse en el “Centro de la Modernidad” de la Costa del Sol.