Plan General de Málaga, 1983 (Ordenación Sector Teatinos del Avance)

 

La frase «less is more» (“menos es más”) parece que el arquitecto Mies Van der Rohe la cita para definir con claridad la expresión de su arquitectura y la defensa de una lectura más simplificada de sus elementos ante la controvertida confusión que provoca la multitud de expresiones formales en aquella época, reduciendo la expresión material a lo eminentemente esencial basada principalmente en la simplicidad y precisión de sus formas geométricas. He pensado que esta referencia podría ser un buen inicio para expresar con cierta similitud lo que precisamente adolece la futura Ley del Suelo de nuestra Comunidad Andaluza, que ya su propia denominación como L.I.S.T.A. (“Ley de Impulso para la Sostenibilidad del Territorio de Andalucía”) anuncia su cierta complejidad intentando fusionar por una lado la revisión de la actual Ley del Suelo (L.O.U.A.) y por otro la Ordenación del Territorio de la Comunidad Andaluza sin su adaptación a dicha revisión, y por tanto desde la contradictoria superposición de ambas leyes y no desde la simplicidad que hubiera supuesto su revisión conjunta partiendo de aquel axioma de que lo “simple, es más”. Y aunque en su exposición de motivos expone su intención de flexibilizar el urbanismo estableciendo claras y sencillas reglas adaptadas a la realidad actual para agilizar los instrumentos de desarrollo urbanístico, no parece que al estudiar sus contenidos tenga demasiado que ver con ello, ni tampoco poder lograrlo por muy bien intencionadas que haya podido ser la definición de sus objetivos y la urgente necesidad que justifica su redacción.

Para poder comprender la situación actual que ha provocado la revisión de la nueva Ley del Suelo, sería conveniente recordar previamente la reciente historia de la legislación urbanística de nuestra Comunidad Andaluza, por cuánto el análisis de algunas de sus actuales consecuencias pudiera clarificar también su futuro. Es cierto que la disciplina urbanística en Andalucía logró en los iniciales años de la democracia en nuestro país importantes e históricos avances en su desarrollo teórico y práctico del planeamiento, principalmente el de la escala municipal. Avances que, a nuestro entender, ha sufrido en estos últimos años un cierto retroceso en cuanto a las importantes expectativas que abrieron aquellas iniciales herencias urbanísticas. La excesiva sectorización que está padeciendo el desarrollo del planeamiento, ha provocado una cierta confusión en los principales objetivos de su actual puesta en práctica.

Las transferencias a las Comunidades Autónomas de competencias urbanísticas y territoriales produjeron resultados muy variados y diversos. En cualquier caso, podríamos comprobar que la enorme complejidad de sus diferentes y contrapuestas directrices han colaborado a aumentar aún más este grado de confusión contradictoria tanto en sus determinaciones de competencias legislativas estatales y autonómicas, como en la concreción de los criterios y directrices de sus desarrollos. De la reflexión del “urbanismo urbano” de los Planes Generales de aquella primera etapa inicial de los años 80, se ha pasado a un estéril debate urbanístico que ha olvidado prácticamente los contenidos de la base y esencia de los principios de la práctica del planeamiento, es decir la ordenación física de la ciudad y del territorio.

Es por lo que parece que el discurso actual de la planificación física de la ciudad y de su territorio ha sido sustituido por una interminable discusión jurídico-administrativa que si bien resulta necesaria para el desarrollo del planeamiento no es suficiente, ni mucho menos capaz por sí misma, de aportar soluciones a los actuales problemas que nos plantea el planeamiento urbano y territorial en este siglo XXI. Las buenas herencias metodológicas de aquella primera generación del planeamiento municipal de los citados años 80, descubriendo las identidades del Suelo Urbano, han sido sustituidas por un ineficaz debate excesivamente burocratizado, rompiendo la ilusionante y novedosa línea de trabajo que se diseñó en aquella primera generación del planeamiento de la escala municipal. Todo ello ha dado lugar a que la reflexión urbanística se haya apartado en cierta medida de la realidad urbana y territorial, no aportando ningún tipo de nuevas soluciones que demandan actualmente los complejos problemas que se están produciendo tanto en la escala urbana de nuestras ciudades como en sus nuevas escalas territoriales debido a las necesidades que provocan las recientes innovaciones tecnológicas y las movilidades que las infraestructuras nos están aportando en el entendimiento espacial de ambas escalas.

Por lo tanto, la “escala territorial” aparece como la asignatura pendiente a la que se ve abocado el planeamiento municipal a recurrir para solucionar sus nuevos problemas de ordenación que les plantean los nuevos modos de utilización estratégica del territorio y sus nuevas infraestructuras relacionadas a escala supramunicipal, obligando a los municipios a buscar soluciones ya fuera de sus propios ámbitos municipales. La economía de los territorios de nuestra Comunidad está dando muestras, y las dará más claras en los próximos años, de una nueva vitalidad que puede favorecer y estimular nuevos factores y formas de crecimiento si somos capaces de dotar de capacidades competitivas endógenas al modelo territorial. El objetivo de la intervención estará centrado en abrirse a esos nuevos retos que propicien la recuperación de la “centralidad periférica”, aunque con claves muy distintas a las producidas en la década de los años setenta y ochenta.

En este sentido el papel de la Comunidad Autónoma resulta ser esencial en el nuevo entendimiento de la escala territorial. La necesidad de diseñar una coherente Política Territorial diferenciada, y por tanto la importante traslación de las ideas y reflexiones urbanísticas de unos lugares a otros respetando las condiciones específicas de cada uno de nuestros complejos y diferentes territorios, se está viendo de alguna manera “cortocircuitada” por las estériles contradicciones y ambiguas confusiones que está provocando la excesiva burocratización sectorizada que se ha producido en estos últimos años. Todo ello va en contra de la creación de una disciplina como la “urbanística” necesitada de un cuerpo cada vez más científico y reconocido no solo a escala autonómica sino también nacional y europea. En caso contrario puede quedar reducido a un sin número de ideas localistas, simples y débiles, dónde todos los implicados se sientan con capacidad de actuar y planificar desde la aburrida e ineficaz sectorización a la que estamos siendo sometidos en este proceso de cierta “burocratización” del planeamiento urbanístico.

Analizando estos antecedentes, se llega a la evidente conclusión de que intentar fusionar la Ley del Suelo (L.O.U.A.) con la Ordenación del Territorio realmente es un acierto y una necesaria visión conjunta de ambas escalas para repensar y proyectar la futura ciudad, que irremediablemente será también de escala territorial sin abandonar los atributos de su escala urbana. Y al igual que ocurre con la práctica de la Arquitectura, en cuanto a su necesidad de repensarla conjuntamente desde sus dos escalas arquitectónicas y urbanísticas, posiblemente se producirá necesariamente el mismo proceso con la reflexión conjunta de la planificación que deberá considerar la escala urbana y la territorial como dos caras de una misma moneda en donde la ausencia de una de ellas perdería su propio valor.

Es por todo lo expuesto, que parece contradictorio que aun coincidiendo con la exposición de motivos de la nueva Ley y la justificación de la misma no logre alinearse con la realidad objetivable de lo que expresa, produciéndose una cierta confusión entre el correcto y necesario discurso que se plantea con la realidad de sus contenidos que no son coincidentes con lo expresado en sus intenciones. Un confuso salto entre la teoría y la práctica que provoca un efecto “Torre de Babel”, en donde las justificadas intenciones no son coincidentes con la manera que se aplican y en consecuencia con sus efectos, produciéndose un cierto divorcio entre el discurso y la realidad de los contenidos de la nueva Ley del Suelo Andaluz al comprobar cómo se intenta integrar de manera mimética la vigente Ley de Ordenación del Territorio Andaluz, que data del año 1994, con la revisión que ahora se plantea de la Ley de Ordenación Urbanística de Andalucía (L.O.U.A.) del 2002, contradictoria situación con un documento territorial con 20 años de antigüedad desfasado de su realidad física respecto a una L.O.U.A. del 2002 que se revisa y sustituye sin hacer lo mismo con el documento territorial que se incorpora sin revisar. Todo ello podría provocar la paradoja de aprobar Planes Urbanísticos con la nueva Ley del Suelo en base a Planes de Ordenación Territorial anteriores a la L.O.U.A. que se revisa, pudiendo crear una gran confusión en sus contenidos.

Sirvan estas reflexiones sectoriales al borrador de la nueva Ley del Suelo, para evidenciar la necesidad de incorporar la revisión conjunta tanto de la escala urbana como la territorial, para poder dar respuesta a los profundos cambios que se están produciendo en nuestras ciudades y en la sociedad de este siglo XXI, y que se está encorsetando en la peligrosa trampa de localismos aislados, incapaces por sí mismos de aportar soluciones a los nuevos problemas que degradan y desvalorizan cada vez más el “urbanismo” como disciplina de reflexión profesional y política.

Volver a retomar la buena herencia metodológica que nos legaron aquellos planes de “urbanismo urbano” de primera generación de los años 80, y asumir el desafío de pasar a la actualmente necesaria escala del “urbanismo territorial” que requieren los nuevos problemas de nuestras ciudades y sus territorios, sería un importante objetivo a plantear y una buena referencia en estos procesos de renovación que necesita la práctica del urbanismo para afrontar este nuevo e ilusionante siglo XXI de la misma manera que ocurrió en aquella década de los 80 descubriendo e innovando los conceptos del “urbanismo urbano”, y que ahora parece necesitar la misma capacidad de innovación para incorporar la escala territorial como necesarios requerimientos de la futura planificación urbanística.

José Seguí Pérez

Arquitecto